LA TRADICIÓN MUSICAL EN LOS MONEGROS

Partes del artículo:

La gaita
Los gaiteros
Los años difíciles
Los géneros instrumentales

   El baile
   Las fiestas

Los géneros vocales

   La ronda
   Despertaderas, coplillas y auroras
   Romances, folías y canciones a son de gaita

bibliografia

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Luis Miguel Bajén García
Mario Gros Herrero

En esta página intentaremos describir, siquiera de forma aproximada, la tradición musical en los Monegros, a pesar de ser conscientes de las dificultades y límites que la tarea presenta y que conviene enumerar.

Por un lado, la heterogeneidad física y geográfica de un extenso territorio, que se prolonga también en las actividades humanas y para el que cualquier síntesis es por desgracia simplificadora.

Por otro, el problema derivado de la falta de exactitud en la definición del término "tradición": ¿qué es la tradición? ¿hasta cuándo alcanza? ¿qué criterio utilizar para escoger sus hechos más característicos? ¿describe el término sólo lo singular, lo único, o debe incluir todas las realizaciones culturales de la comunidad? Conocemos, además, las profundas transformaciones que han experimentado la comarca y sus habitantes en los últimos 50 años y que, claro está, han afectado también a la música y cultura populares.

Por último, la vigorosa presencia del dance, que ha eclipsado parcialmente el resto de la tradición musical, además de contribuir a amalgamar nuevos elementos en ocasiones difíciles de filtrar.

El interés por la cultura y la música popular monegrina no es nuevo. Durante el pasado siglo, muchos folkloristas, investigadores locales o recopiladores se han sentido atraídos por el patrimonio etnomusial que estas tierras atesoran. Rafael Gudel, Ricardo del Arco, Arcadio Larrea, Gregorio Garcés, Antonio Beltrán o Juan José Mur, por sólo citar algunos de los pioneros, han trabajado en la recopilación, análisis y divulgación del folklore . De la lectura de sus trabajos se desprende el enorme interés y esfuerzo dedicados al estudio del dance que especialmente en la zona sur de la comarca, como ya hemos señalado, es quizás la manifestación popular más compleja y pujante.

La importante ritualización de los dances monegrinos ha tenido como consecuencia el mantenimiento, casi como si de un fósil viviente se tratara, de la gaita de boto. El instrumento, que estuvo en trance de desaparecer en los años 70 del siglo pasado, conoce una nueva época de esplendor en manos de jóvenes gaiteros que la tocan y construyen. Con su recuperación llegó también la de otros géneros musicales a ella ligados: el canto a son de gaita de romances, coplillas, despertaderas o coplas, y el acompañamiento de bailes y pasacalles.

GAITAS Y GAITEROS

La gaita

La gaita o gaita de boto es un instrumento musical emparentado con el resto de las cornamusas ibéricas y del occidente europeo, que en Aragón se ha utilizado tradicionalmente en el cuadrante nororiental, en las comarcas de Ribagorza, Sobrarbe, Litera, Bajo Cinca, Somontanos, Ribera del Ebro y Monegros. La forma y características del instrumento puede variar de un lugar a otro, como corresponde a un instrumento popular muchas veces construido por el propio intérprete. Los ejemplares conservados en los Monegros, algunos con más de doscientos años de antigüedad, corresponden a un modelo único con las lógicas variantes accidentales.
El elemento más característico es el boto, un gran depósito de aire confeccionado a partir de la piel de una cabra, extraída a sobaquillo o zurrón, es decir, sacada entera por una o dos de las patas traseras y que conserva la forma del animal. Esta piel se curte, se cose y se trata para evitar las fugas de aire. Al cuello y patas delanteras de la cabra se atan los brocales o cepos, piezas de madera taladradas en las que se insertan las demás. El soplador es un pequeño tubo, de madera, hueso o metal, a través del cual se insufla el aire que llenará el boto. Una sencilla válvula de cuero en su parte final impide que el aire retroceda. El cepo que está atado en el cuello del boto presenta una doble perforación paralela, cada una de ellas para un tubo sonoro. El clarín o mediana, pequeño oboe de interior cónico y lengüeta doble (pita), con ocho agujeros que los dedos tapan y destapan para conseguir los diferentes sonidos musicales, se inserta en este doble cepo. A su lado, en paralelo, se dispone la bordoneta, compuesta de dos piezas de madera que deslizan entre sí, permitiendo afinar (templar) la nota pedal producida por una lengüeta simple o caña. En el último cepo se aloja el bordón, de forma y función similar a la bordoneta aunque de mayor tamaño. El boto se viste con unas sayas o traje con alegres estampados, volantes y cintas. Para tocar el gaitero coloca el boto bajo el brazo izquierdo y el bordón bajo el derecho, pudiendo ayudarse en su sujeción por cordones con flecos y borlas, cuerdas o correas.

Los tres tubos sonoros (clarín, bordón y bordoneta) suelen cubrirse exteriormente con piel de culebra, tradición de oscuro origen compartida con otro aerófono aragonés, el chiflo. Algunos autores la relacionan con antiguos cultos a la culebra, que perviven también en otras creencias acerca de los poderes curativos y mágicos de la serpiente. Los monegrinos se inclinan por explicaciones de tipo práctico: la piel de culebra evitaría fugas de aire en el caso, frecuente, de que la madera rajara. Otros piensan que simplemente es "de lujo, pa hacer bonito".

Musicalmente, la gaita es un aerófono polifónico, esto es, produce tres sonidos simultáneamente. Dos de ellos son fijos (bordón y bordoneta), y suelen afinarse en la nota de reposo del clarín, con una octava de distancia entre ambos. Es el clarín, pues, quien determina la mayor parte de las características musicales. Su extensión es de una octava completa más la sensible inferior y la digitación básica es abierta. La nota fundamental varía entre Re y Si, siendo frecuente que los instrumentos antiguos reposen cerca del Do# actual. En las viejas medianas suena una escala con temperamento natural, que esencialmente difiere de la moderna escala con temperamento igual por la utilización de un tercer grado neutro, es decir, entre la tercera mayor y la tercera menor, una característica común a otros instrumentos de música popular. Al extenderse los modernos sistemas de temperamento, la ambigüedad modal del repertorio antiguo se ha resuelto en unos casos hacia las escalas diatónicas mayores y en otros hacia modos menores como el de Re o dórico. Más excepcional es la utilización del modo de Fa, con el cuarto grado aumentado, que podemos escuchar en las grabaciones realizadas por Antonio Beltrán en los años 50 al gaitero de Sariñena Vicente Capitán .

Los gaiteros monegrinos suelen tocar solos, o con algún sencillo acompañamiento de percusión (almirez, campanilla o pandereta) aunque no faltan referencias a intérpretes acompañados por tambor o formando conjunto en rondas y pasacalles con guitarras, mandurrias o violines, a pesar de que la antigua gama de las gaitas hacía difícil su convivencia con otros instrumentos.

Poco sabemos de los antiguos maestros que las construían, salvo que dominaban un oficio de gran especialización. Sus magníficos instrumentos, algunos de los cuales han llegado hasta nosotros, sirvieron de modelo para que hábiles carpinteros, pastores e incluso los propios músicos los copiaran. En la actualidad los artesanos han modificado algunas de las características musicales de las gaitas para facilitar su incorporación en conjuntos instrumentales más variados.

En los Monegros los gaiteros han desarrollado una técnica instrumental muy sobria, con pocos adornos, los justos para que, en un instrumento en el que no es posible interrumpir el sonido, se puedan repetir notas, acentuar y articular la línea melódica. La claridad en la dicción y la inteligibilidad de la melodía en un instrumento que suele tocar en solitario y sobre el que recae la responsabilidad del acompañamiento de un dance o un romance es fundamental. Las tonadas de gaita monegrinas no requieren un alto grado de virtuosismo, pero sí la utilización de rufaus, pequeños mordentes con la nota inferior para marcar la repetición de notas de igual altura, y de mordentes ascendentes, semitrinos y grupetos de adorno de dos y tres notas, en ocasiones llamados repicaus o floreos.

Los gaiteros

En los Monegros el gaitero es un personaje especial, rodeado casi siempre de un aura de misterio y depositario de una serie de secretos transmitidos oralmente en el seno de la propia familia. Los propios gaiteros se encargaban de alimentar esa imagen misteriosa y distante, con el fin de evitar la competencia en una actividad que si bien no les permitía dedicarse a ella en exclusiva, era un complemento económico indispensable en épocas de escasez. La dificultad para conseguir la gaita, heredada, comprada o construida con las propias manos, y la complejidad de su funcionamiento y puesta a punto (la construcción de las pitas y cañas, la impermeabilización del boto, la afinación) acentuaban el carácter mágico y reverencial del instrumento.

Muchos son los viejos gaiteros de los que guardan recuerdo las gentes de los Monegros, algunos con rasgos muy precisos y otros con perfiles desdibujados por el tiempo que hacen difícil deslindar la leyenda de la realidad. Todos ellos tocaron en un periodo que abarca desde el siglo XIX hasta mediados del XX, aunque representan una tradición más longeva, pues algunos cuentan con constatados antecedentes familiares que abarcan por lo menos tres generaciones. La familia de gaiteros Becana de Robres constituye un ejemplo de esta situación: el padre, Mariano Becana, falleció en 1805 y sus hijos Domingo y Francisco, continuadores de la saga familiar, tocaron en Robres, Almudévar y Tardienta entre otras localidades. La tradición se interrumpió por no contar con descendientes varones y las gaitas quedaron arrinconadas en una bodega hasta su redescubrimiento en fecha reciente.

De entre las localidades comarcanas, Sariñena ha destacado desde antiguo por contar con una larga nómina de célebres gaiteros. Sixto Lana Muro, El Rey (1856-1936), natural de Capdesaso pero avecindado en Sariñena, es recordado por quienes lo oyeron por su maestría y elegancia al tocar. El siñó Sixto enseñó a varios gaiteros, entre otros a Vicente Capitán, a quien cedió la gaita al retirarse. Acudía a tocar a bodas, bautizos y fiestas en numerosos lugares: Castejón de Monegros, Sariñena, Huesca, donde acompañaba a la comparsa de gigantes y cabezudos, o Zaragoza, en cuya catedral de La Seo tocaba "para misa".

Tomás Tella Castán, El Malo, (+1934 a los 65 años), también pastor y de Sariñena, pertenecía a la familia de Casa el Gaitero y parece ser que construyó su propia gaita. A pesar de su apodo familiar los que le oyeron tocar le reconocen como un gran instrumentista, el mejor de su época. Tocó en Sariñena, Pallaruelo, Sena, Castejón, Tardienta, Huesca, Zaragoza o pueblos de Lérida como Almacellas. Su hijo Teodoro heredó gaita y conocimientos, aunque únicamente tocó en Sariñena.

Vicente Capitán Inglán (+1967 a los 68 años), conocido como Pierretes, era pregonero y cestero en Sariñena. Fue el último gaitero en activo en los años 60, por lo que acompañó muchos de los dances de los Monegros (La Almolda, Sariñena, Sena, Castejón, Lanaja, Pallaruelo, Tardienta, Valfarta…) y los de los barrios de Las Tenerías y del Rabal de Zaragoza. Además de dances acompañaba el canto de romances e interpretaba pasacalles, procesiones, bailes (Albalatillo, Usón) y rondas (Lastanosa). También de Sariñena y coetáneo de Capitán, se recuerda a otro gaitero, José Navarro, El Zaragozano, que interpretó en varias ocasiones el dance de Sariñena.

Juan Mir Susín (+1996), que fue rebadán del dance de Sariñena, consiguió una gaita aragonesa de El Malo y sustituyó a Capitán en el dance de La Almolda hasta el 68 y en Sariñena hasta 1975. Fue el último gaitero con gaita aragonesa en los años 70, aunque tocaba sin bordón ni bordoneta y usaba pitas gallegas compradas en comercios de Zaragoza.

La herencia y relevancia de estos míticos gaiteros sariñenenses la recogió Martín Blecua Vitales, actual gaitero de los dances de Sariñena, Castejón de Monegros y Valfarta. Comenzó a tocar en su pueblo en 1975 con gaita gallega, recuperando el uso de la aragonesa en 1980. Es una figura de gran importancia en este periodo crítico, pues aprendió su repertorio del antiguo mayoral de Sariñena, Antonio Susín, y colaboró en el mantenimiento musical de muchos dances, siendo sus conocimientos, talante y disposición fundamentales en la definitiva recuperación del instrumento. Ha creado escuela y cuenta con dos discípulos aventajados: Leandro Cucalón, a su vez descendiente de El Rey, y Javier Espada.

De La Almolda proviene una de las más recordadas sagas de gaiteros, la de Los Brujos. Cristóbal Falceto Aznar, El tío Brujo, (+1953 con 84 años), pastor y gaitero como su padre, El Brujé, su abuelo y su hermano Mariano (+1953 con 73 años). Se ha conservado en la comarca el dicho "ir de pueblo en pueblo como el gaitero de La Almolda" en recuerdo de las muchas localidades a las que acudía esta famosa familia de gaiteros. En la actualidad mantiene la tradición un bisnieto suyo, Jesús Falceto, conocido como El Gaiteré, que toca a dúo con el joven almoldano Luis Badía.

Mariano Labat Pinós, Mocé, comenzó a tocar el dance en 1969 con clarinete y, desde el año siguiente, con gaita gallega. Es un instrumentista con una relevancia especial, pues contribuyó al mantenimiento de los dances de La Almolda, Castejón y Valfarta y participó en la primera recuperación del dance de Monegrillo.

Tomás Serrate Mallén (1880-1971), Cachencho, de Castejón de Monegros heredó de su padre Gaudencio el oficio de pastor y sus conocimientos como gaitero. Ya de pequeño le llamaban "Cachencher, el gaiterer," porque iba siempre con la gaita a todas partes. Por lo que se recuerda tocaba únicamente en Castejón. Su hijo, Simeón Serrate (n.1913) aprendió a tocar la gaita y es todavía un magnífico cantante a son de gaita, el último representante de este estilo de canto, así como un infatigable constructor de pitas y cañas para los gaiteros más jóvenes. Senén Pueyo Serrate (1890-1954), tío Senén, fue el último de los gaiteros de Castejón. Era vecino de Tomás Serrate y aprendió a tocar con la mediana cuando trabajaba de pastor con Los Brujos de La Almolda. Era muy mañoso: él mismo se hizo todas las piezas de su gaita y curtió la piel para el boto; solía preparar las pitas con que tocaban él y Vicente Capitán, gaitero de Sariñena. Tocó durante cerca de cuarenta años en Bujaraloz, Castejón, La Almolda y Sena.

Jaime Ramón Bitrián, de Sena, aprendió las mudanzas del dance de su pueblo con mosén Miguel Huguet, párroco de Sena y defensor de la pervivencia del dance. Aunque inicialmente intentó utilizar el viejo instrumento de Vicente Capitán, tocó el dance de Sena con gaita gallega. Desde 1987 sigue haciéndolo con gaita aragonesa en compañía de los hermanos Carlos y Eduardo Plana.

Hay algunos datos imprecisos sobre otros gaiteros monegrinos de los que queda escasa memoria: en Pallaruelo hubo un gaitero que, a caballo entre los siglos XIX y XX, acompañó el romance, los dances y tocaba en el interior de la iglesia para acompañar las misas "de primera"; en Monegrillo recuerdan vagamente que un gaitero de Sena tocaba el dance antes que El Brujo de La Almolda; en Peñalba acompañaba el dance a principios de este siglo un gaitero de la localidad, del que apenas queda recuerdo; y hay dudas si en Leciñena existió un instrumentista local. Elías Abadía Aso, de Tardienta, tocó, de forma autodidacta, la gaita gallega para acompañar el dance desde 1983 a 1987. En Valfarta, Agustín Ballarín y Daniel Labrador tocaron en alguna ocasión las dianas con una antigua gaita gallega en el primer tercio del siglo pasado.

Otros intérpretes de gaita de boto muy cercanos al ámbito monegrino fueron el de Sesa, Colás Puértolas, que tocaba, entre otras, en las fiestas de San Lorenzo de Huesca en los años 30; el gaitero de Tamarite, que interpretó el dance de Sena; y el de Pina de Ebro.

Los años difíciles

Al igual que en el resto de Aragón, a partir de la segunda mitad del siglo XIX se extienden por la comarca las nuevas modas y modos musicales. Nuevos instrumentos y formaciones instrumentales, como las bandas de instrumentos de viento, las pequeñas orquestinas de cuerda o, más adelante, los instrumentos mecánicos como gramolas o pianolas extienden el recién importado repertorio de bailables "agarrados" (vals, mazurca, polca, chotís, fox, pasodoble, rumba…) acogido con furor entre la población más joven.

A este fenómeno se añade la dificultad que ya en esa época encuentran los gaiteros para hacerse con un instrumento. Los antiguos talleres que fabricaron excelentes gaitas antes de 1850 cesan en su actividad y los aspirantes a gaiteros deben reutilizar las antiguas, adaptándolas con mayor o menor fortuna, construir nuevos instrumentos copia de aquellas e incluso importar piezas de otros lugares (Cataluña, Galicia…). Simultáneamente se produce un olvido de las imprescindibles técnicas de mantenimiento y puesta a punto y la gaita va quedando arrinconada al acompañamiento de las actividades populares más ritualizadas en la comarca: el dance y el acompañamiento del canto. Durante largos años la gaita y la "música" (bandas y orquestinas) coexisten, no sin frecuentes roces entre ambas formas de entender la tradición musical, como sucedió en Monegrillo en 1906:
Transcurrieron las fiestas con relativa tranquilidad y no digo absoluta por haber ocurrido ligeras incidencias motivadas por la intransigencia y oposición de los partidarios de la clásica gaita a que otros numerosos vecinos importasen una banda de música de esa capital, cuyos alegres acordes regocijaron algunas horas a este vecindario, pero las alegrías no perduran en estos pobres pueblos de secano. Vino la gaita y con ella un grupo numeroso de prosélitos de tan estridente, anti-estético y anti-musical instrumento, los cuales se situaron frente a uno de los establecimientos de esta localidad, en donde la música ejecutaba las más escogidas piezas de su repertorio, dando comienzo a una protesta ruidosísima y verdaderamente alarmante, pidiendo con voces estentóreas el silencio y desaparición de la música. Gracias a la prudencia y buen criterio de los partidarios de esta se evitó un choque entre ambos bandos que hubiese sido de funestísimos resultados. En vista de la excitabilidad de los ánimos y presintiendo consecuencias de mayor cuantía, el digno y prestigioso alcalde D. José Torres, con muy buen acuerdo, suprimió toda clase de músicas durante el resto de las fiestas, quedando reducidas estas a una bonita colección de fuegos artificiales.

Pero en no pocas ocasiones el papel de ambos tipos de música quedaba perfectamente definido. Así, por ejemplo, en Sariñena en 1903, los danzantes acompañados por el gaitero marchan a la estación a recibir a la banda de música del batallón de Cazadores de Mérida, que se encargará durante las fiestas de los pasacalles, dianas y conciertos .

Por fin, el proceso culmina en 1975 cuando la gaita de boto deja de sonar en Monegros por unos pocos años, sustituida en el mejor de los casos por gaitas gallegas. A la dificultad para conseguir nuevos instrumentos e incluso para mantenerlos, se unen el envejecimiento y enfermedades de los gaiteros, los nuevos usos musicales y un profundo cambio social, que originan también una crisis en el dance, la institución donde más firmemente se mantuvo la gaita. En 1980 se inicia una etapa de recuperación del instrumento, con la reproducción de ejemplares antiguos. Clemente Brun, de Sangarrén, con la ayuda de los danzantes de Sariñena, y Marçel Gastellu, en Tarbes, inician una generosa labor de construcción artesanal que tiene su prolongación en los talleres que, en la actualidad, construyen y enseñan a construir las tradicionales gaitas. A la recuperación física del instrumento se añade la reivindicación sobre su especificidad y los importantes trabajos de recopilación y estudio, iniciados por Pedro Mir y Martín Blecua. La publicación de su libro La gaita de boto aragonesa puso punto final al proceso de recuperación y alumbró el camino del futuro del instrumento.

LOS GÉNEROS INSTRUMENTALES

El gaitero, como protagonista musical de la fiesta monegrina, participaba en casi todos los acontecimientos y festejos, aunque el repertorio específico para cada uno de ellos ha llegado hasta nosotros muy fragmentariamente.

En muchas ocasiones fueron las bandas las encargadas de sustituir su presencia en bailes, dances, dianas, pasacalles y otros. En Monegros se recuerda la presencia de bandas desde al menos el último cuarto del siglo XIX: las bandas de Villamayor, Sariñena, Calanda, Encinacorba, Aguarón, Zuera, Pina, Tardienta o las bandas militares del regimiento del Infante, del batallón Cazadores de Mérida, del regimiento Gerona nº 22, del regimiento de Valladolid…

Junto a ellas, las orquestinas con instrumentos de cuerda corrían con el gasto del más importante número musical de las fiestas: el acompañamiento del baile, bien en la plaza, en el caso de localidades pequeñas, bien en salones y casinos en los pueblos grandes. Músicos de guitarra, mandurria, violín y, más adelante, jaz (batería), saxofón, trompeta y clarinete que, en ocasiones, acudían desde fuera de la comarca (Binaced, Belver, Binéfar…) e incluso de la región (Barcelona, Tarrasa, Manresa…).

El baile

Pocos bailes populares de la comarca acompañados por gaita resistieron el embate de la modernización. La jota de la calle baja o Baile de la gaita en Bujaraloz, recientemente recuperada es uno de ellos. La fiesta de la Virgen de las Nieves que se celebra en la calle Baja de Bujaraloz cada 5 de agosto conmemora el final de una epidemia de peste que asoló al pueblo. Los viejos explican que a la altura de la llamada "casa de las Pías" se construyó una pared a lo largo de la calle que logró frenar el avance de la feroz epidemia. A partir de entonces los vecinos de la calle Baja se encomendaron a la Virgen de las Nieves y para recordar cuál fue el lugar exacto donde se contuvo la terrible plaga, el baile se efectuaba la víspera de la fiesta delante de esa casa y en cuya bodega se situaba el gaitero. A través de uno de los respiraderos de ésta se oía la música con la que se acompañaba el baile por parejas, generalmente de casados, interpretado con pitos a la luz de unos tederos (soportes de metal con teas). Cabe suponer que este tipo de bailes estarían más extendidos antiguamente y, en muchas ocasiones, fueron asimilados por el dance.

La seguidilla es un género de baile emparentado con el fandango y la jota que, por la pujanza de ésta, en Aragón ha dejado escasos ejemplos. Las seguidillas de Leciñena se bailan en honor de la Virgen de Magallón por varias parejas ataviadas con el traje regional y acompañadas por rondalla. Muchos grupos folklóricos incorporaron esta danza a sus espectáculos con la coreografía elaborada por Isabel Zapata y el grupo de la Sección Femenina en los años cuarenta del pasado siglo.

Cuando las nuevas modas de baile llegaron a la comarca, los gaiteros adaptaron como pudieron el nuevo repertorio al instrumento para evitar quedarse sin parroquia. A Albalatillo y Usón acudía Vicente Capitán, gaitero de Sariñena, para tocar en el baile valses, pasodobles, mazurcas y jotas. Hay memoria de otros gaiteros en el mismo cometido, como El Rey de Sariñena, que tocó en bodas y bautizos, dentro y fuera de la iglesia, y para fiestas y celebraciones. También El Brujo de La Almolda y el tío Senén de Castejón contaban con la habilidad de sacar de oído toda la música de moda que escuchaban para hacer bailar a sus coetáneos.

Independientemente del instrumento con que se tocaba, todas las sesiones de baile, también las interpretadas con gaita, terminaban con una jota. Esta costumbre se ha mantenido prácticamente hasta nuestros días, aunque los rasgos peculiares del baile, si los hubo, quedaron desdibujados.

Poco a poco, los nuevos instrumentos (clarinete, violín, acordeón…), agrupaciones (bandas, orquestinas y rondallas) y los instrumentos de música mecánica (pianolas y gramolas) fueron desplazando a la gaita de plazas y salones, hasta especializar su función en el acompañamiento del canto y de los dances.

Las fiestas

El pasacalles del gaitero la víspera del día grande, en ocasiones con el acompañamiento de los danzantes y coincidiendo con el volteo de campanas y el disparo de cohetes, anunciaba antiguamente el comienzo de las fiestas. Al margen de los pasacalles acompasados por el entrechocar de palos y espadas, la melodía de gaita más recordada para este momento se conoce en diversas versiones y bajo diferentes nombres en muchos pueblos de la comarca. En Sariñena, conocida como "La jota de Alcolea" y "El vals de las viudas", también es utilizada para el volteo de volantes en el dance y para el acto de "El recoger". En La Almolda, El Brujo tocaba una hermosa variante con ritmo irregular. También en Tardienta los danzantes recorren las calles de la población "recogiendo" de los vecinos donativos al son de esta melodía, a la que han puesto letra:

Danzante me he puesto este año
pensando que me querías;
ahora que me ves de blanco,
ni me quieres ni me miras.

Gaiteros primero y bandas después se encargaron de la interpretación de las dianas y pasacalles matutinos, en los que resultaba común la participación de las figuras de los gigantes y los cabezudos. La comparsa de la capital oscense se acompañó durante años con el sonido de la gaita siendo sus últimos intérpretes el gaitero de Sesa, Colás Puértolas, y el de Sariñena, El Rey.

También el sonido de la gaita se sustituyó por el de los instrumentos de viento en el acompañamiento musical de las corridas de pollos, una variedad aragonesa de carreras pedestres en la que el premio a los vencedores consistía en uno o varios pollos.

Cualquier otro acto del programa festivo adquiría una nueva dimensión si se acompañaba con el sonido de la música. Así, en La Almolda en 1917, los danzantes y el gaitero amenizaron "una bonita colección de fuegos artificiales". Ese mismo año, en Bujaraloz, las proyecciones cinematográficas contaron con el concurso del afamado gaitero Cristóbal Falceto.

LOS GÉNEROS VOCALES

El repertorio de canciones de la comarca no ha sido ajeno al proceso de cambio descrito para la música instrumental. Los cantos antiguos, caracterizados musicalmente por una fuerte presencia de la modalidad, fueron paulatinamente reemplazados por otros modernos, comunes a una buena parte del territorio y de marcado carácter tonal. Esta evolución musical ha ido pareja a la consideración y presencia social del acto de cantar. Al contrario que en la actualidad, hace tan sólo unos años era frecuente cantar en cualquier lugar y momento.

En los Monegros la presencia de la gaita de boto hizo desarrollar un especial estilo de canto masculino. Romances religiosos y profanos, rondas, despertaderas y cantos de muy diversa índole se acompañaban de gaita, obligando a los cantadores a un esfuerzo considerable por alcanzar el volumen y la altura impuesta por el instrumento. El canto colectivo con el acompañamiento de la gaita de boto era antaño muy común en las fiestas de las diversas localidades de los Monegros. Aunque en la actualidad se canta con gaita en algunos pueblos de la comarca como Pallaruelo, La Almolda, Sena o Sariñena y crece el interés por este género, son ya muy escasos los solistas que mantienen el estilo antiguo.

Dentro del hogar y en el mundo infantil suelen pervivir algunas características musicales desaparecidas en el repertorio adulto. Canciones de cuna y cantos para acompañar el juego pueden esconder pequeños tesoros musicales y literarios. Tal es el caso de algunos romances, como esta versión del conocido como "La flor del agua", utilizado como canción de cuna en Castejón de Monegros y cuya música recuerda a las tonadas de gaita para romances de ronda:

(Y) un sabadito a la tarde y un domingo a la mañana
pregonaba un pregonero (y) una rica fuente de agua.
La hija del rey, que lo siente, se levanta de la cama:
muy aprisa se vestía, más aprisa se calzaba,
(y) a coger los cantaricos (y) a la fuente va por agua,
y en el camino encontró a la Virgen soberana:
- ¿Dónde vas hija del rey? - (Y) a buscar la flor del agua.
- Tú casadita has de ser, una buenaventurada.
Tres hijos has de tener: dos jugadores de espadas
y el más pequeño de todos dirá la misa cantada.
Y el romance ha sido corto, corto pero muy bonito
y a Dios lo encomendaré.

Las festividades del calendario litúrgico eran también motivo para cantar. Cada momento del ciclo anual tenía cantos religiosos específicos: gozos al santo o Virgen de la fecha; salves y avemarías cantadas en los rosarios; el Reloj de la Pasión en las procesiones de Semana Santa… En una comarca siempre sedienta, el repertorio de rogativas es forzosamente extenso y las letras reflejan la angustia que la ausencia de agua provoca, sobre todo a partir del mes de abril, cuando los labradores de secano se juegan la cosecha:

Agua señor San José,
agua señora Santa Ana,
agua reina del amor,
agua reina soberana.

Los hijos de este pueblo,
con el corazón partido,
venimos a pedir agua
a San José con el Niño.

Jesucristo danos agua,
que los niños piden pan
y sus pobrecitas madres
no lo pueden remediar.

Las nubes se han alejado
a las orillas del mar.
La Virgen de la Sabina
las ha salido a buscar. (Farlete)

La obsesión por el agua llega incluso a tener reflejo en las letrillas de las mudanzas de los dances:
(Y) Úrbez nos dará, Úrbez nos dará
para todos nuestros campos agua
si se le pide con grande humildad. (La Almolda)

La ronda

La tradición de rondar está todavía en muchas localidades asociada al momento del quinteo, como en La Almolda donde quintos y quintas recorren las calles entonando jotas al compás de panderas esmeradamente decoradas con cintas. Antiguamente sólo los quintos, con guitarras, bandurrias, panderas, almirez, ganchos (triángulo) y botella de anís se encargaban de las rondas nocturnas durante todo el año, hasta la entrada de la siguiente quinta.

Luego no podrás entrar
por la calle del Barrié;
a esta marcha, si no paras,
pol barranco entrarás. (La Almolda)

También en Castejón, donde a la tradicional pandera con parche de piel de perro se unían la mandurria y la guitarra, los quintos salían a recorrer calles y plazas.

En las rondas de mozos se amplían los instrumentos a los disponibles: guitarra, mandurria, laúd, guitarro, violín, hierros (triángulo) y pandera. En ocasiones se contratan los servicios de cantadores profesionales que destacan por su facilidad para improvisar coplas alusivas a la moza a rondar. Algunos de ellos son muy recordados, como el cantador de Santa Lecina o el de Ballobar. Otros continúan en ejercicio, como Paco Lasierra, El Chato de Pallaruelo.

Todavía queda recuerdo en Villanueva de las rondas con gaita, aunque eran los viejos (casados) quienes rondaban con el gaitero de La Almolda improvisando coplas. Los jóvenes preferían los instrumentos de cuerda para rondar a las mozas.

Tampoco faltaban las rondas en uno de los momentos mágicos del año, la noche de San Juan. Después de lavarse la cara en el río, fuente o balsa antes de salir el sol, salían las mozas con coberteras entonando las clásicas Sanjuanadas, con coplas como esta:

San Juan y la Madalena
fueron a coger melones
y en medio del melonar
San Juan perdió los calzones.

Despertaderas, coplillas y auroras

Cantar la despertadera, el despertar o las coplillas es el modo de definir el canto de auroras en Monegros. En las primeras horas del amanecer, grupos generalmente de hombres recorren cantando las calles del pueblo, parando en algunas capillas o esquinas de su recorrido, para despertar a los vecinos y animarles a acudir al rosario de la aurora. Antiguamente se cantaban coplillas con motivo de la mayor parte de las festividades que se celebraban a lo largo del año; hoy, en las localidades en las que se conserva la costumbre, sólo se sale en fechas muy señaladas, incorporándose también las mujeres al grupo de despertadores.

La formación típica para las despertaderas el día de la fiesta contaba con un coro de hombres con voz solista y campanilla. En algunas localidades el gaitero se unía al grupo y de esa manera se interpretaban en Monegrillo, Bujaraloz, Sena, Pallaruelo, La Almolda -con almirez-, Castejón -con gaita, guitarra y pandereta- o Valfarta. Durante el canto de las auroras los gaiteros acompañaban la melodía o, en ocasiones, se reservaban para intercalar sus toques entre copla y copla. En otras, guitarras, violín y, más recientemente, acordeón (Bujaraloz); guitarra, hierros y, posteriormente, bandurria, guitarrico y pandereta (Sena).

En La Almolda se mantiene la tradición de cantar La despertadera los días de Santa Quiteria y San Úrbez (22 y 23 de mayo) a las seis de la mañana. Se inicia el recorrido en casa del Mayoral del Dance, al que acompañan el gaitero, el solista y todos aquellos vecinos que han acudido. Forman un coro que, acompañado de almirez y gaita, irá entonando por las calles las coplillas en honor de los Santos Patronos. Curiosamente, con la misma melodía se interpretaban coplas en forma de seguidilla, con carácter profano (Con los ojos abiertos/ duerme la liebre/ y el que tenga enemigos/ que no los cierre) o marcadamente jocoso (Se trajo Mosén Cleto/ para casera/ a su sobrina Gloria/ que es de primera/ y desde que la chica/ llegó de Soria/ siempre está el padre cura/ tocando a Gloria).

Romances, folías y canciones a son de gaita

El canto colectivo de diversos romances era tradicionalmente, junto con el dance, uno de los actos más importantes de las fiestas monegrinas. Los interpretaban un solista y un coro la víspera de la fiesta por la noche, participando sólo hombres con el acompañamiento de un gaitero. Se reunían a la puerta de la iglesia, donde, a menudo al calor de una hoguera, cantaban en rolde (círculo) un romance religioso; a continuación seguían rondando y cantando durante toda la noche otros romances profanos a la puerta de las casas de las mozas.

Se recuerdan numerosos romances religiosos correspondientes a diversas festividades: los hay dedicados a San Antolín, la Virgen de las Fuentes o la Virgen de Loreto en Sariñena; al Angel Custodio, la Virgen del Rosario y San Roque en Sena; a San Miguel en Valfarta; a la Virgen de las Nieves en Bujaraloz; al Salvador y San Roque en Pallaruelo; a la Virgen del Rosario y Santa Quiteria en Peñalba… Algunos de estos romances siguen siendo cantados en la actualidad, con algunas novedades importantes, como es la participación de mujeres.

Entre los romances profanos debemos distinguir por un lado los dirigidos a las autoridades, como es el caso del romance del cura y el del alcalde en Sena o Peñalba o los dedicados al alcalde y al mayordomo primero de la fiesta en Castejón. Por otro lado, eran mucho más numerosos y esperados los romances cantados en forma de ronda a las mozas, la mayor parte de ellos de origen muy antiguo: La flor del agua (cantado en Sariñena, Lanaja, Farlete, La Almolda, Castejón, Bujaraloz…), Los trece pilares (Sariñena, Castejón, La Almolda), Los Sacramentos de Amor (La Almolda), Las virtudes del agua, El amor ausente, El retrato, La Marichuana (Castejón)… Antaño también se cantaban este tipo de romances en las bodas y en otros acontecimientos festivos.

Simeón Serrate, de Castejón de Monegros, conserva en la memoria muchos de ellos, algunos auténticas joyas. En su libro sobre la historia del dance de Castejón de Monegros los transcribe y describe las costumbres típicas de la noche víspera de Santa Ana (26 de julio) en Castejón.

Otro género musical que antiguamente se interpretaba en las rondas monegrinas es el de las folías, una antigua danza cantada muy popular en España y Portugal en los siglos XVI y XVII que luego se hizo famosa en toda Europa. Hasta la fecha se tenían escasas noticias de la pervivencia de este género en el folklore aragonés y, sin embargo, los restos rescatados en los Monegros permiten asegurar que se trataba de una tipología habitual en el repertorio de canto con gaita. Junto con los romances, en Castejón y Farlete la víspera de la fiesta los mozos cantaban folías a las mozas acompañados por un gaitero. En Bujaraloz las mujeres también cantaban folías durante los carnavales y las bailaban en corro en torno a una hoguera. En Bujaraloz se recuerda una canción de la ronda con gaitero, con música de las folías, en que los mozos recorrían el pueblo cantando y lanzando chilos:

¡A cantar venimos aquí,
a cantar, que no a dormir,
a cantar por el amor de las mozas…!

Todavía se conserva en Pallaruelo la costumbre de cantar folías de entrada y despedida antes y después del romance del Salvador, igual que se hacía con el de San Roque, y las entradas y despedidas cantadas en otros pueblos también podrían encuadrarse dentro de este género.

Además de romances y folías era también frecuente entonar diversas canciones durante las rondas festivas acompañadas por el gaitero. Se trata de un género menos rígido que los romances que permitía la incorporación de nuevas coplas de diversos orígenes. En La Almolda, el día de la víspera de la fiesta de Santa Quiteria, los danzantes, acompañados por el mayoral y el gaitero, recorrían las calles de la villa bailando mudanzas y entonando "a son de gaita" romances y coplas en forma de seguidillas o de cuartetas con diversos estribillos:

La repuñetera de mi gaita
cuando tiene vino qué bien canta
y cuando no tiene
se enfada y se aguanta.

Este tipo de rondas con gaita se celebraban también en muchos otros pueblos, como Lastanosa o Villanueva de Sigena. En esta última localidad el gaitero intercalaba una frase musical a modo de estribillo entre copla y copla, de un modo similar al de otras rondas monegrinas.

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