USOS Y COSTUMBRES

Frases manidas acompañaban a festejos religiosos o civiles; el nacimiento de un niño se notificaba a las amistades, normalmente por medio de los chicos, "que ha dicho mi padre que ya tiene Vd. un servidor más" y el jolgorio con que los críos gritaban en la calle después de la bendición en las bodas "¡ya es suya, ya es suya!". En la boda la fiesta se entrañaba, como en el derecho germánico, con tortas y monedas como arras, las monedas preferentemente "realitos de plata". La fiesta particular de los novios era el cortejar o rondar, citas a escondidas en el corral, cantos rondadores, dar agua bendita en la iglesia o confiar el encuentro a la fuente, enramadas y hasta fogonazos o trabucazos que cuanto más mascaraban las impolutas paredes blanqueadas mejor señalaban la intensidad de amores del enamorado. Ceremonias en vistas y contrataciones, alivio de la exogamia con el pago de mantas por los novios forasteros, convite festivo rodean estas fiestas excepcionales. Como las cencerradas en las bodas de los viudos.

Los usos tradicionales mejor conservados y en mayor número son los referidos a prácticas religiosas y a devociones; conocimiento de vidas de santos, recitado de jaculatorias, dominio exhaustivo de los "abogados celestiales" contra todos y cada uno de los males (como los indigitamenta romanos), con fiestas acompañadas de la recitación o canto de gozos y romances. Los fenómenos de aparición, en el siglo XVI de las grandes devociones nacionales y ecuménicas llevaron al fortalecimiento de los actos piadosos, con agrandamiento del espacio en las iglesias, reformas arquitectónicas, fundación de capillas o de ermitas independientes, cambio de patronos, aumento de los votos y promesas que originaban procesiones y romerías; bendiciones de los campos y de los animales y generalización del rosario de la aurora y de los "despertadores" o los repertorios de "coplas para despertar".

Antiguos ritos paganos son cristianizados erigiendo ermitas sobre yacimientos arqueológicos de cuyo poblamiento se conservaba memoria tradicional o por su estratégica situación. Arraigo de ritos misteriosos como el de las noches de San Juan y vísperas, culto a santos como San Urbez en la Almolda, san Caprasio en lo alto de la sierra de Alcubierre, san Antolín, así como el culto a Vírgenes "aparecidas" o "halladas", como la de Magallón en Leciñena, aunque se impondrán advocaciones como la del Carmen, del Rosario, del Pilar, de los Dolores o Angustias, etc. Se conservan viejos ritos como el de la cera funeraria (La Almolda), pan bendito o de muerto llevado a bendecir a la iglesia por los parientes del difunto, enterramiento de niños con el nombre de "mortijuelos" o de "alegrías" (¡angelicos al cielo!). Creencias en fuegos fatuos, almas en pena y sufragios.

Las devociones de la Reconquista especialmente en los siglos XIII y XIV, como las de la Asunción, de la que era muy devoto Jaime I u otras como el toro ensogado que se lleva en Pina para San Juan, con cantos especiales que pierden su sentido; en Bujaraloz se imita el canto convirtiendo el de los Matutes, (y sí que lo son, los que llevan al toro en la procesión) aplicado a un inventado Foro, que no quiere decir nada. Añádanse el dance y las romerías generalmente a las ermitas del término, algunas notables como la de Leciñena a la Virgen de Magallón, la de Santiago en Sariñena, San Jorge de Alfama en Bujaraloz, donde se daban tres vueltas alrededor de la emita con los carros y las caballerías a todo correr, etc.
Entre las más viejas devociones de los Monegros se cuenta la de Nuestra Señora de la Sabina en Farlete, aparecida sobre uno de estos árboles según tradición recogida en 1687 por Diego José de Torres, notario de Zaragoza en la que se citan astillas del tronco de 1444, fecha de la fundación de una cofradía que mandó labrar la imagen en 1522, hasta que pareciendo pequeña la ermita se levantó otra en 1689. En las iglesias ermitas se ofrecen presentallas o exvotos, en cera o joyas y se regalan pinturillas ingenuas reproduciendo milagros; la Virgen de la Sabina resolvió la plaga de langosta de 1684 y la sequía de 1710.

Nuestra Señora de Magallón desapareció del altar de la Virgen de la Huerta del citado pueblo zaragozano. En 1283 dos bandos magalloneros enfrentados -el de Juan Albir y el de Sancho Frago- llegaron a las manos, sucediéndose muertes y crímenes que culminaron en el apuñalamiento de Juan Albir sin valerle que se había acogido a sagrado y abrazado a la imagen de la Virgen. A la noche siguiente, 15 de marzo de 1283, se ausentó la Virgen de su ermita y fue llevada por los ángeles hasta el monte de Leciñena donde se apareció al pastorcillo Marcén entre resplandores y luces, mandándole que fuese al pueblo y contase la divina voluntad de que allí edificasen una ermita en su honor. No creyeron los de Leciñena la noticia transmitida por el pastor, quien decidió no volver al lugar de la aparición. Pero el rebaño arrastrado por una fuerza sobrenatural trepó hasta el lugar y para que creyesen al pastor, según cuenta el P. Faci, "le dio el mismo señal que el año 1269 había dado al pastor Pedro Nobes, apareciendo en un olivo cerca de la villa de Estercuel y fue que el pastor tenia la mano derecha tan pegada a la mejilla derecha que ningunas fuerzas fueron bastantes para apartarla". Rindiéndose a la evidencia construyeron la ermita. Llegó la fama del suceso a conocimiento de los de Magallón y reclamaron la devolución de la imagen, trasladándola al santuario de nuestra señora de la Sagrada, de Monzalbarba, custodiada por muchas personas. Nuevamente volvió la imagen por sí sola al lugar de la aparición y de nuevo se trasladó esta vez a la iglesia del Portillo de Zaragoza, repitiéndose el prodigio y volviendo a Leciñena, por lo que pensando que no eran de su gusto los recintos que le habían dado fue llevada procesionalmente al Pilar. Pero volvió por tercera vez a su ermita y allí quedó apreciando la voluntad divina de que allí estuviese.

La Virgen de la Guía de la ermita de San Jorge de Alfama, de Bujaraloz, desaparecida, es de antiguo culto según la tradición, ya por los Templarios y otro tanto puede asegurarse de la de las Fuentes, en la cartuja de Sariñena. En Bujaraloz estaba el pueblo bajo el patronato de los santos Fabián y Sebastián; a pesar de las plegarias de los bujaralocinos la langosta asolaba los campos sin remedio: decidieron apelar a un santo africano, de donde venían las plagas del Dociostaurus morocanus y eligieron a San Agustín, obispo de Hipona; para justificar la elección cuentan sus gozos que se introdujeron en una orza los nombres de los santos con posible patronato. A pesar de no figurar el nombre de San Agustín en las papeletas de las que había que sacar una a la suerte por tres veces apareció la de este santo por lo que se acató la voluntad divina que significaba la portentosa aparición de un nombre que no figuraba entre los dispuestos previamente.

La fiesta engalanaba las fachadas de las casas, colgaduras (a menudo las colchas de respeto de las camas) en los balcones, luminarias, comidas especiales, sopas roya y cana, el sacrificio de un pollo o cualquier otro animal de corral, o pastas, roscones y tortas, "augaperros" o farinosos, empanadones de "espinais" y los chilindrones y pepitorias de pollos y gallinas, y platos característicos de cada localidad.

Antonio Beltrán

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