EL YESO, UN REFERENTE IDENTITARIO

El yeso es, además de responsable de la injusta fama de desierto que le ha dado a la comarca su situación junto a la carretera entre Zaragoza y Barcelona, parte insustituible de los recuerdos de muchos jubilados monegrinos que alternaron sus faenas del campo con la elaboración de "hornazos", "hornetes" u hornos de yeso en los flancos sur y oeste de la comarca.

La primera fase de este proceso consistía en arrancar el material yesífero y transportarlo hasta el lugar elegido. La leña necesaria tenía que producir mucho calor y la menor cantidad posible de ceniza, por lo que se preferían sobre todo las matas de allaga, romero, ontina, sosa o sisallo. Para construir el horno, se aprovechaba siempre un hueco excavado en la ladera y reforzado por dos altos muros laterales. En su interior se levantaban dos "bancos" sobre los que descansaban las paraderas, unas losas inclinadas haciendo puente. El resto se rellenaba de zaborros salvo en la pared frontal donde se ponían unas losetas horizontales. También la parte superior, el caramuello, se colmaba de piedras pequeñas de yeso para aprovechar el horno al máximo.

La cocción del yeso solía durar entre 12 y 14 horas. Además de introducir la leña había que ir sacando la ceniza producida para que no se atascasen las "boqueras". El fuego se iba reconduciendo echando un poco de tierra encima y, al final, se tapaba todo con tierra y se dejaba enfriar unos diez o quince días.

Por último había que deshacer los tormos de yeso cocido en una zona plana, el rolladero, donde se extendía la parba y se rollaba haciendo pasar por encima las ruedas de un bulquete tirado por caballerías. El yeso resultante, después de cribado, era un material de gran calidad que se empleaba en la elaboración de cielos rasos, vueltas de techos, enlucidos de paredes, suelos, tabiquería interior, chimeneas, y como argamasa de refuerzo en jambas, esquinas y, cada ciertas hiladas, en algunos lienzos de mampostería o adobas.

Si alguien necesitaba yeso para una obra podía fabricarlo él mismo o, si no, adquirirlo ya rollau y gribau, en forma de horno ya quemado, o incluso como horno todavía sin quemar. Esto explica la existencia de varios ejemplos de hornos preparados y perfectamente conservados hasta nuestros días en localidades como La Almolda, Leciñena o Farlete.



Félix Rivas

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